Château de la Brède | EL CASTILLO Y EL PARQUE
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EL CASTILLO Y EL PARQUE

El castillo de La Brède del s. XI al s. XVI.

“Para mí es una fiesta llevaros a mi campiña de La Brède, en donde encontraréis un castillo gótico de los de verdad […]” (Montesquieu al Abad Guasco, 3 de julio de 1744.)

El Castillo de La Brède es un edificio difícil de datar. Las primeras menciones a un Señor de La Brède se mezclan con una fábula que relata el duelo, en 1079, entre el Señor de La Lande (o Lalande), Señor de La Brède, y el Campeón del ejército de Navarra, Hernandes. En esa época debía existir en La Brède una fortaleza de tipo castillo de llanura, construida en una mota artificial, realizada con la tierra procedente del excavado de los fosos. La construcción sería, probablemente, de madera, como eran la mayor parte de las construcciones aristocráticas de la época románica.

En 1283, el castillo fue probablemente destruido tras un ataque. Su reconstrucción data de 1285: es el primer documento fechado que menciona al castillo de La Brède. La estructura del castillo evoluciona a medida que se van ampliando los fosos. El primer recinto de la mota románica subsiste, así como un patrio cuadrado rodeado de fosos.. Ambos elementos se conectan para permitir la circulación del agua.

La Brède no se vio totalmente al margen de los conflictos y las consecuencias de la Guerra de los Cien Años. En 1419, el castillo resulta dañado por los tiros de la artillería francesa y Jean de La Lande obtiene el permiso para volver a fortificarlo. En ese momento, se construye un tercer foso elíptico que se conecta con los dos anteriores. En 1453, Jean de Lalande, hijo del anterior, se embarca para Inglaterra. El Rey de Francia confisca sus propiedades y no le devolverá la fortaleza hasta diez años más tarde.

El castillo aparece ahora rodeado de un recinto casi circular de cuarenta metros de diámetro. Una sucesión de puentes levadizos, protegidos por muros de aspilleras, permite un acceso vigilado al patio principal del castillo.

Tras el matrimonio de la biznieta de Jean de La Lande, el castillo de La Brède pasa a ser propiedad de la familia Penel (o Pesnel). En 1577, los muros que rodean los fosos pasan a formar un único conjunto, creando así un gran lago. El castillo pierde su carácter de fortaleza y se convierte en un recinto palaciego. Ya sólo quedan tres puentes levadizos. A partir de ese momento, el castillo adquiere su forma definitiva y la estructura exterior variará ya muy poco.

Château de la Brède - © Fondation Jacqueline de Chabannes, photographe Jérémie Buchholtz.

© Fundación Jacqueline de Chabannes – fotógrafo: Jeremiah Buchholtz.

Chateau de la Brede vue aerienne

El castillo de La Brède en los siglos XVII y XVIII.

[…] el castillo de La Brède, que tanto he embellecido desde que no lo habéis visto, es el lugar más hermoso que conozco en el campo […]” (Montesquieu al Abad Guasco, 16 de marzo de 1752).

La baronía de La Brède engrosa los títulos de la familia de Secondat con el matrimonio, en 1686, de Marie-Françoise de Pesnel y Jacques de Secondat, padres de Charles-Louis de Secondat, Barón de La Brède y de Montesquieu, llamado “Montesquieu”. Se atribuye a Jacques de Secondat la instalación de algunas de las boiseries “a la capuchina” (se trata de revestimientos de madera que cubren toda la pared pintados en colores oscuros) de nogal y chimeneas de piedra decoradas a juego con los dinteles de las puertas (motivos florales o paisajísticos) de las salas de la planta baja. También será él quien transforme la gran sala medieval situada en la primera planta en biblioteca.

Montesquieu no cambiará prácticamente nada el castillo, pero transformará profundamente sus alrededores. Las modificaciones que emprende tienen dos objetivos, en primer lugar, un objetivo práctico, con grandes obras de riego y saneamiento de los alrededores del castillo para favorecer el cultivo de las tierras. Esto consistirá, esencialmente, en el excavado de acequias y regueras para secar las praderas que rodean el castillo. El acondicionamiento del parque obedece también a razones estéticas, con la voluntad de dejar huella de su presencia en el complejo.

Montesquieu, inspirándose directamente en la obra de Dezallier d’Argenville, publicada en 1709 y que compra en 1722, crea primero un jardín regular con parterre y bosquecillo, al que podemos constatar concedía gran atención a tenor de la correspondencia que mantiene con el Mariscal de Berwick. A finales de los años 2000 se descubrieron diferentes planos del parque, con lo que ha sido posible recuperar los juegos de perspectiva buscados por Montesquieu y poder así restaurar en 2014 la gran “alfombra verde”, el bosquecillo y el cenador de arbustos, es decir, los paseos, compuestos por carpes que se entrecruzan en varios puntos, formando pequeñas intersecciones que se suceden para crear un diseño en forma de doble estrella.

En 1731, tras su estancia en Inglaterra, Montesquieu decide crear un nuevo jardín en La Brède. Aunque se mantiene el jardín regular, se crea un jardín inglés en otra parte del parque. La regularidad ha pasado de moda: ahora toca la naturaleza dejada (o aparentemente dejada) en su estado puro, sin intervención humana. En agosto de 1744, escribe al Abad Guasco para hablarle de su castillo y de sus “encantadoras partes de afuera, cuya inspiración le vino de Inglaterra”. Se trata “de una sucesión de paisajes […] que se abren al campo e invitan a mirarlo como una prolongación del jardín”.

El castillo de La Brède según Montesquieu: entre vida familiar y espacio de cultura.

“Assidue veniebat” (inscripción en la fachada del castillo de La Brède).

Cuando estalla la Revolución Francesa, la familia de Secondat ya no vive en el castillo de La Brède: el hijo de Montesquieu, Jean-Baptiste de Secondat, Barón de La Brède, vive principalmente en su palacio bordelés mientras que su hermana pequeña, Denise, vive en las tierras de Montesquieu (Lot-et-Garonne) que le han tocado en herencia.

Charles-Louis de Secondat, nieto de Montesquieu, que había destacado en la Guerra de la Independencia americana, abandona Francia y se traslada a Inglaterra. El castillo entra a formar parte de los bienes confiscados en concepto de bienes nacionales y, en consecuencia, tiene que ser vendido. La venta no se llevará a efecto pero el hecho de que esté deshabitado durante ese tiempo deja huellas y los primeros años del siglo XIX tienen que dedicarse a obras de reparación.

En ausencia de Charles-Louis de Secondat, es Cyrille de Secondat, hijo de Denise de Secondat y Barón de Montesquieu, quien asume la tarea de supervisar las obras. Sin embargo, Charles-Louis le pide a su primo que no haya “ningún cambio […] en la antigua morada de [s]u abuelo. Su memoria tiene que ser respetada en el lugar que le vio nacer”. Se respeta, por tanto, esta voluntad de fijar la herencia de Montesquieu en la organización del castillo y la habitación de la planta baja, en donde el autor pasó los últimos años de su vida, que no se verá afectada por las obras de restauración del siglo XIX.

En 1824, a la muerte sin hijos de Charles-Louis de Secondat, Prosper de Secondat, hijo de Joseph Cyrille, hereda sus bienes y el título de Barón de Montesquieu y de La Brède. El castillo de La Brède se convierte en el lugar de residencia de la familia y se llevan a cabo muchas obras. No se altera la forma exterior por la presencia de los fosos, pero el revestimiento del castillo, su distribución y una serie de reformas internas marcan, al mismo tiempo, la evolución en los gustos hacia el estilo neogótico o trovador, cada vez más de moda, y el de la manera de vivir dentro de un castillo. La nobleza se aburguesa, lo que tiene consecuencias sobre las reformas interiores.

Podemos identificar tres grandes fases de obras: La primera es la obra del arquitecto Henri Duphot, a quien debemos, en 1834, el almenado de la fachada principal y las ventanas ojivales del comedor, creado también en el siglo XIX. En los años 1863-1864, se suman las obras de Gustave Allaux. La fachada vuelve a reformarse con un probable añadido de ventanas en su parte superior. En la misma época, se planteó reformar antes la gran escalera; que será finalmente reconstruida íntegramente por Dubert. Pero son sobre todo las obras dirigidas por Paul Abadie, alumno de Eugène Viollet-Le-Duc, ayudado por Jean Valleton, las que modificarán la organización del castillo. Las obras se llevan a cabo entre 1870 y 1877, cuando Charles de Secondat, el hijo de Prosper, es Barón de La Brède. La división entre estancias históricas y estancias de vivienda se hace más patente. Las salas utilizadas como vivienda sufren una gran transformación y se moderniza su distribución utilizando un sistema de pasillos hasta ahora inexistente. La búsqueda de la comodidad llega también a las partes reservadas al servicio y una parte del desván se transforma en habitaciones para los criados.

La modernización del castillo de La Brède no altera en absoluto la voluntad de mantener intacta la huella de Montesquieu. Los visitantes quieren recogerse en la habitación en donde Montesquieu pasó sus últimos días. Los primeros visitantes son sociedades de sabios o academias locales. La Brède se convierte en paso obligado para cualquier escritor que viaja por la Gironde. Stendhal, por ejemplo, nos deja una descripción bastante precisa de lo que pudo ver en el castillo de La Brède, cuando lo visitó en 1838.

Pocos son los documentos que nos informan sobre la historia del castillo en el siglo XX. Tras las obras abordadas por Paul Abadie, parece que el castillo no sufre más modificaciones, ni en su estructura externa, ni en su organización interna. Las dos guerras mundiales del siglo XX no tienen mayor impacto en La Brède, y todo ello a pesar de que fue ocupado por las tropas alemanas durante la Segunda Guerra Mundial.

El castillo de la Brède es declarado Monumento Histórico en 1951 y el conjunto completo en 2008.

El castillo deja de ser residencia familiar en 2004, cuando la Condesa Jacqueline de Chabannes, biznieta de Charles de Secondat de Montesquieu, fallece y lega el complejo a la Fundación reconocida de interés público que acaba de crear. A partir de ese momento el castillo y su parque pasan a convertirse en un enclave cultural y turístico de primer orden. En la Brède, todos los visitantes encuentran la huella de Montesquieu.

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Château de la Brède - Vue intérieure.